lunes, 11 de mayo de 2020

La maldición de Cassandra 1

PARTE I

Nunca he sabido cómo empezar una historia. Esta en concreto me aterroriza, ya que requiere de mí un esfuerzo sobrehumano: la habilidad de trasmitir la angustia de la verdad, el sufrimiento indescriptible del que conoce el futuro y preferiría no hacerlo. No existen palabras de creación humana para expresar este sentimiento. Desde tiempos inmemoriales se da por hecho que el ser humano ha buscado siempre el conocimiento, “la verdad a toda costa”. Hasta tal punto creció nuestra obsesión que dejamos de ser animales encarnados en el presente para convertirnos en arañas proyectadas hacia el futuro. Nuestro principal objetivo, mucho más importante que el simple suplir nuestras necesidades primarias, se convirtió en hacer crecer la telaraña. Si no podemos alcanzar la verdad no pasa nada, la telaraña sigue creciendo, el tiempo sigue pasando y no sabemos qué nos deparará el futuro. La incertidumbre del porvenir nos mantiene vivos: “quizás mañana todo se solucione.” 

Nuestra relación con el futuro es y será siempre problemática. A veces desearíamos con todas nuestras fuerzas conocer el futuro; cuando el pasado se convierte en nuestra sombra y el presente nos desorienta haciéndonos caer en la desesperación y en el vacío, nuestra única salvación es lanzarnos a los brazos del futuro. El futuro que nos socorre y nos tiende la mano, no tiene rostro ni identidad y cambia según el momento en el que lo imaginemos. Es una masa polimórfica y voluble, moldeada por nuestros deseos.

Queremos y no queremos conocer nuestro futuro. Nos gusta nuestro futuro ideal, el que imaginamos antes de dormir cuando hemos tenido un mal día, el que da un sentido a nuestro sufrimiento, el futuro de los horóscopos, cuando nos dice que pronto conoceremos a nuestra “media naranja”. Sin embargo, si hubiera alguna forma de conocer nuestro futuro real, desnudo, sin tapujos, exactamente tal y como ocurrirá; ¿quién querría conocerlo? Cassandra era muy consciente de ello. Ninguna de las personas que acudían a ella querían conocer la verdad. A veces el no saber puede convertirse en el mayor de los dones. Pero creo que me estoy adelantando demasiado…

Su cuerpo, escurridizo, se desliza por cada rincón de la fortaleza. Predomina el silencio del que ya no sabe que decir, del que se ha quedado sin palabras. Sus ojos hundidos, ojerosos por la escasez de sueño, miran a su alrededor con desinterés. Un aura de cansancio y resignación envuelve todo su cuerpo y se manifiesta en cada uno de sus movimientos. Hay veces en las que le parece no haber vivido nunca realmente y que todo no sea más que un sueño. Le pesa el cuerpo, le pesa el alma, le pesan los pensamientos… Le gustaría ser más ligera, no cargar con el gran conocimiento del futuro, que aplasta sus pequeños hombros huesudos. 

Ha perdido por completo la noción del tiempo, ¿cuántos años lleva encerrada? ¿Cuándo fue la última vez que se vio reflejada en los ojos de otra persona? Pero no puede salir; la soledad es más llevadera cuando se está efectivamente solo que cuando se está rodeado de gente. Su destino ya está escrito, ya está grabado en su memoria. ¿Qué otra cosa puede hacer una persona que ya conoce el porvenir sino resignarse y esperar a que suceda? En este caso el conocimiento no es poder, sino mero conocimiento. Lo que ya está escrito, no puede ser cambiado (¡y qué doloroso fue aprender esta lección!) 

Sus imágenes del mundo exterior están perdiendo color poco a poco. Es curioso como, mientras los recuerdos del pasado comienzan a desaparecer, la memoria del futuro se conserva nítida, casi cristalina, en su mente. Quizás ya sea hora de darle nombre al pasado… ¿Qué otra cosa puede hacer sino quien conoce a la perfección el futuro?


2 comentarios:

  1. Qué de vértigos e ilusiones nos promete el futuro. Has sabido enlazar la araña que inmoviliza el presente con su tela y Casandra que espera en vano ser escuchada. Al futuro no se le escucha. Lo soñamos como bien dices. Felicidades y esperamos la continuación

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  2. Gran artículo. Todos tenemos miedo en mayor o menor medida al futuro, yo creo que es por los objetivos a largo plazo que nos ponemos las personas y el temor a no alcanzarlos.

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